domingo, 8 de marzo de 2009

Roxana nos relató su parto



El día en que Lucas nació

Yo llegué al parto de Lucas lo más preparada que podía estar... Hacía cinco meses que hacia gimnasia para embarazadas, y que además, iba dos veces por semana a un grupo de reflexión para embarazadas. Estaba en contacto estrecho y directo con otras embarazadas... Iba viendo cómo enfrentaban la inminencia de la llegada del parto las otras mujeres. Y en todo ese tiempo me maravillaba de la fortaleza, el valor y el coraje que surge en las mujeres embarazadas cuando llegan al noveno mes, y lo único que quieren es que su bebé nazca. Hacía cinco meses que yo escuchaba a otras madres contándonos sus partos y mostrándonos sus nuevos hijos a las aún embarazadas.
Había partos cortos y partos largos. Partos que empezaron en casa y otros inducidos en la clínica, cesáreas indicadas por el obstetra algunas semanas antes de la fecha prevista de parto, nacimientos con fórceps y nacimientos en casa... Y todos tenían en común la emoción, la alegría, el contacto con lo divino de la creación, el misterio de la vida...
Todas las madres contaban con orgullo su parto, su cesárea, el nacimiento de su bebé...
Y yo con mi miedo a lo desconocido desplegado a la máxima potencia sólo deseaba una cosa: “que mi parto no llegue nunca!!”
Pero finalmente el proceso empezó... Mis contracciones empezaron una tardecita en casa y eran pequeños dolorcitos en la espalda (zona del sacro-coxis). Algunos hasta me costaba reconocerlos. Por suerte, mi marido también estaba en casa. Era la tardecita de mi FPP. En una hojita él anotaba la hora y le ponía palitos según la intensidad de cada contracción. Me venían cada 8 minutos, cada 5, cada 20 cada 3, era todo muy irregular... Llamamos a la partera y nos dijo: “esas son contracciones de juguete!! Cená, pasá una linda noche y mañana nos encontramos a las 13:00 hs. en la maternidad”.
“Bueno, ella sabrá” pensé. Y seguí mirando la tele y dejé de anotarlas. Tenía tanto miedo que no cené. A las 23:00 hs. la volví a llamar y le conté que las contracciones seguían y que no tenía hambre. Ella me dijo “Al parto no se viene en ayunas, cená, dormí, y mañana al mediodía nos vemos”.
Yo traté de dormir, pero las contracciones eran frecuentes y no paraban. Pero, como no me dolían tanto (porque estas eran las de juguete), me las aguanté, durmiendo entre una y otra. Algunas contracciones me daban ganas de hacer pis, pero cuando llegaba al baño no hacía nada.
Mi esposo estaba muy contento. Con cada contracción sentía que faltaba menos y menos...
Yo quería dilatar todo lo más que pudiera... Y así llegó la mañana
Me desperté a las 10:00 hs., remoloneé en la cama hasta las 11:00 hs., mi marido me preparó un baño de inmersión con sales y velitas alrededor de la bañera, y aunque yo no tenía ganas de meterme, lo hice aceptando su participación, romanticismo y, especialmente, su amor.
De haberlo sabido antes, hubiera dormido en la bañera!!! Un segundo después de meterme al agua desaparecieron los dolores. Recuerdo que pensé: “Habremos detenido todo el proceso?? Ahora no me duele nada. Yo quiero quedarme acá para siempre!!!”
Y eso intenté hacer!! Me llamó mi mamá y hablé con ella 40 minutos, me llamó otra amiga y hablé otros 40 minutos, me comí medio tarro de dulce de leche mientras sentía como ¿???????????????

Yo me tomé mi tiempo para vestirme, para secarme el pelo, para chequear que tuviéramos la orden de internación, hice la cama, cerré las ventanas...
Mi esposo insistía en que se nos hacía tarde y llamó a la partera para decirle que estábamos retrasados.
No tuve opción y nos tomamos un taxi hasta la clínica.
El viaje era pura expectativa:
- sabíamos que nos podía mandar de vuelta a casa (después de todo yo sólo había tenido contracciones de juguete...)
- nos podía decir que algo andaba mal con el bebé (pero se había movido bastante con el dulce de leche...)
- O nos podía decir que el momento había llegado!!!
Esperemos un poquito más La partera me revisó y me dijo que tenía 7 cm de dilatación, se puso muy contenta por todo el camino recorrido, lo llamó al obstetra y al anestesista.
Ella estaba contenta, S. estaba listo para hacer lo que hubiera que hacer y yo? Yo quería detener el tiempo.
El hecho de que llamara al anestesista (o que dijera que lo iba a llamar) me tranquilizó un poco y me hizo pensar que ella sabía que después me iba a doler mucho.
Tenía tanto miedo que estaba paralizada. Y también se me paralizaron los sensores del dolor!!
Ahí empecé a experimentar algo muy raro. Fue algo así como un desdoblamiento del cuerpo físico. Yo sabía que venía una contracción, pero necesitaba corroborarlo con la mano en la panza. No estaba muy segura de que fuera una contracción. Tenía tanto miedo que no sentía nada. Y más miedo tenía de lo que iba a pasar!!!
También tenía miedo de que no llamara al anestesista, entonces cada vez que tenía una contracción se la avisaba a la partera.
La partera me quiso poner el suero. “Ya?!!, No!! Esperemos un poquito!” Dije yo, tal vez todavía estaba a tiempo de seguir dilatando el momento. Además, el anestesista aún no había llegado.
Entonces me volvió a revisar, y ya tenía 9 cm de dilatación.
Ahí lo llamó al obstetra y le dijo que viniera, mandó a Sergio a cambiarse, me puso el suero y habló por teléfono con un tal J. “El anestesista viene a las 15:15 hs.” dijo. Y eran las 15 hs..
Ella me quería poner la ocitocina, yo le pedí que esperara un poquito más y ella accedió.
A las 15:10 hs. ya no podía esperar más, me puso el goteo y fuimos a la sala de partos.
“bueno” pensé yo “si en 5 minutos viene el anestesista cuando me vengan las contracciones de verdad ya no me va a doler nada”.
En la sala de partos estábamos sólo la partera y yo. Charlando. Bah, ella charlaba, yo temblaba.
Llamó el anestesista y ella le dijo que esperara un poco, y yo entré en pánico. ¿Qué? No va a venir?
Me quiero ir a mi casa!!! A las 15:20 llegó el médico. Yo sólo quería que viniera mi marido, y que nos fuéramos a casa. No quería estar más ahí. Mi mente divagaba por cualquier parte...
Pronto volví a la sala de partos y al momento ineludible que tenía que pasar. Llegó mi marido con actitud de fiesta y de “¿qué me estoy perdiendo?”
Al final en un brote de valentía empecé a pujar.
El primer pujo fue cortito y la partera me dijo que tenía que hacerlo mucho más largo.
El segundo fue más largo, y el doctor dijo “amenaza de parto natural”.
Me hizo la episiotomía. “Estoy jugada” pensé, e instantáneamente tuve una gran sensación de alivio y en un solo pujo más, Lucas estaba afuera!! Eran las 15:36 hs..
La sensación de parir, de sentir que un bebé salga por mi vagina es algo fantástico.
La realidad supera la fantasía Fue todo tan rápido que no podía creer que ya hubiera pasado. Me lo pusieron en el pecho, mi marido lloraba, Lucas lloraba y yo estaba sorprendida, maravillada, asombrada...
A pesar de toda mi preparación, de todas las visualizaciones que había hecho, la realidad fue infinitamente más fuerte.
Yo me sentía parte del universo, de la maravilla de la vida.
Aún hoy recuerdo ese momento y me emociono.
El anestesista nunca llegó, y en cierta forma estoy agradecida, porque pude sentir todo lo que pasaba en mi cuerpo y reconocer en carne propia la fuerza de la naturaleza.
¿Cuánto me dolió? Nunca lo voy a saber. Mi mente estaba en otra cosa, la emoción me desbordaba, y ganó la naturaleza. Mientras estaba embarazada fantaseé mil veces con que me despertaba y el recién nacido estaba durmiendo a mi lado, como por arte de magia, sin haber pasado por el parto.
Ahora no cambiaría mi experiencia por nada. Pasaría por el parto una y mil veces, porque la naturaleza es sabia, y ese es un momento para vivirlo y no dejarlo pasar.

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