martes, 10 de marzo de 2009

EL AMOR DE PAREJA


Del libro "Las cosas de la vida" de Luis Chiozza – 2005-



Es difícil hablar del amor en la pareja sin producir equívocos, porque con la palabra “amor” se designan tantas cosas, y tan distintas, como para que sea mejor describirlas, en lugar de referirnos a ellas con ese nombre genérico.

· Hablamos de la simpatía que nace en un instante dado en la ocasión de una mirada, un gesto, una actitud, y de la excitación que se experimenta frente a la desenvoltura de una conducta erótica.

· Hablamos de los deseos de una unión genital, y también del deseo de estar cerca. O de ser consolado, acariciado y confortado.

· Hablamos de la aceptación de nuestra persona tal cual es, implícita en la sonrisa con la cual nos estiman.

· Hablamos del compañerismo que surge cuando se tienen las mismas necesidades, intenciones y proyectos.

· Hablamos de la amistad y el cariño que se construyen con los años y con los recuerdos compartidos.

· Hablamos de los dos grandes afrodisíacos que conducen al orgasmo: el ángel de la ternura y el demonio de las fantasías perversas.

· Hablamos de la familiaridad y la confianza que genera la convivencia estrecha

¡Y a toda esa diversidad llamamos “amor”, con una misma palabra! Digamos, sin ánimo de definición, que el amor adquiere en muchos casos la apariencia de una figura esquiva, inalcanzable, y que en otros casos se nos presenta como una cierta forma de “iluminación”, momentánea y transitoria, que forma parte del misterio de la vida. Produce entonces una sensación de curiosidad, respeto y maravilla, que nos lleva a ubicarlo en el lugar de lo sublime.

Se suele afirmar que el amor no dura, significando con esto que el entusiasmo de un amor apasionado se agota en un vínculo perdurable por obra de un desgaste producido por la familiaridad, el abuso de confianza y el trato cotidiano. La aparente incompatibilidad entre la maravilla del amor, supuestamente dirigido a lo excepcional, y la pretendidamente opaca cotidianidad de un matrimonio desaparece cuando se conserva la capacidad de encontrar, una y otra vez, lo nuevo en lo habitual.
Reparemos en que la imposibilidad de reencontrar, una y otra vez, la curiosidad y el placer en un vínculo que perdura, conduce al anhelo de un amor embriagador cuya figura, antítesis precisa de la frustración que se vive, no debe ser confundida con el amor sublime. Es cierto que el vino puede deleitar nuestros placeres orales, pero esto no debe hacernos olvidar que será siempre el agua lo que apaga la sed.

Hasta acá lo que dice el autor y ahora digo yo:

Me encanta este escrito, me parece riquísimo y es para meditar.
Aprecio el agua hasta en sus niveles espirituales. Pero… me gustaría que en la pareja podamos ser agua y también vino…
Me parece que el compañero/a puede ser agua, más vino, más un trago margarita, más, y más... lo que nos guste si compartimos con él/ella el encantamiento de la vida, cosa sin la cual cualquier vida se vuelve opaca, en soledad, con compañeros estables o con amantes.
Las energías de amor pueden encantar el mundo y transformarlo infinitamente...

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